Cuando nacen hombres de incalculables valores, la historia de la nación cobra más fuerza al recordar el alumbramiento de esos Héroes. La estirpe de Carlos Manuel de Céspedes es uno de ellos, que su Bayamo natal y su Cuba siempre le evocan en cada abril primaveral.
Como hombre de ímpetu en bella semblanza, resurge el radiante bayamés que abril rememora su legado, su grandeza con energía incomparable, su vocación, quien transformó con su luz los campos de la Isla para despertar la valentía de la nación.
En el ingenio de La Demajagua, aún trasciende el repique de sus campanas como líder independentista y luchador por la emancipación humana, se venera al combatiente sereno y hermoso, al caudillo de fina sensibilidad, al intelectual, poeta y polígloto
El mérito inmaculado de ser el Padre de la Patria, refrenda la valía de no ser el primero en abrir sus brazos a la libertad, sino porque alumbró a un pueblo que necesitaba de sus ideas, de su de su patriotismo en defensa de los oprimidos.
Su legitimidad como iniciador del combate anticolonial, es la virtud inapagable que señala el camino correcto, recordando los peligros que vive un pueblo si sostiene su mirada de rodillas.
Es Céspedes, el paradigma de la filosofía de las armas, el estudio y el trabajo, para escoger la senda de la honradez, la integridad, la decencia, la bondad, la verdad y la justicia; es el lucero insurgente convertido en símbolo de la nación.
Hoy tu Cuba no olvida tu nacimiento en un abril de flores, poemarios y oratoria, de homenaje perpetúo a un hombre que trasciende en el altar sagrado de la Patria, porque Carlos Manuel de Céspedes a decir de Martí es ímpetu en bella semblanza.