Manzanillo, su tierra natal, hoy dirige su primer pensamiento al incansable y sencillo luchador Blas Roca Calderío, al hombre excepcional, de singulares virtudes y extraordinario talento que dijo adiós a su Patria el 25 de abril de 1987.
Las tierras sagradas de El Cacahual atesoran con honores de General muerto en campaña, el revolucionario ejemplar que dedicó por entero su vida a la causa de los humildes, al maestro y líder comunista por más de medio siglo.
Cuba no olvida la ausencia del combatiente indoblegable que durante casi tres décadas dirigió el Primer Partido Marxista-Leninista de la nación, siendo un referente de modestia, de humildad, de naturalidad, de absoluta consagración a la historia de su país.
La muerte de Blas Roca no es verdad, porque supo cumplir bien con la obra de la vida, con fidelidad y transparencia, con profundo sentido de pertenencia con las clases históricamente explotadas.
Próximo a la celebración del Día Internacional de los Trabajadores, el movimiento obrero cubano venera la estirpe del combatiente revolucionario, quien fungió como Secretario general de la Federación Obrera, asumiendo un protagonismo activo en las huelgas de zapateros, cuyo oficio le aportó sustento en sus primeros años de vida.
Fue Blas Roca, el paradigma de indiscutibles méritos como Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular hasta 1976, y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba hasta su muerte. De manera autodidacta incursionó en la prensa de su tiempo para escribir con la pasión de la verdad que siempre le distinguió.
Con permanente gratitud, su Cuba lo recuerda por ser uno de los hombres más genuinos de la Isla, que demostró lealtad a los principios e ideales de la Patria. A 37 años de su deceso, su consagración al servicio de la humanidad, repercute en el en el firmamento para seguir siendo el guerrero de luz infinita.
Blas Roca, guerrero de luz infinita
