El joven intrépido oriundo de San Luis, quizás nunca imaginó que su muerte se le adelantaría dos días antes de sus 27 años en la tierra de Los Andes, para inscribirse en la historia como Héroe de un tiempo que no muere.
La noticia lleno de consternación al Ché. Había muerto Rolando, el San Luis de la Sierra y la Invasión. Había caído en combate su mejor soldado. Era el 25 de abril de 1967.
Día negro, escribió el Ché en su Diario. Con el adiós definitivo del Capitán Eliseo Reyes Rodríguez, en la selva boliviana, se perdía el mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares según valoración del propio Ernesto Guevara de la Serna.
Con la muerte del combatiente probado, Cuba se estremeció por el severo golpe, al perder uno de sus hijos que partió a esa nación hermana para fomentar la semilla del Movimiento de Liberación Nacional que ya germinaba en América Latina.
Hombres como Eliseo Reyes nunca mueren, porque su ejemplo perdura como la fuerza del coraje y entrega, demostrando su valía desde temprana edad.
Tras su legado, combatientes del Ministerio del Interior en Pinar del Río, rememoran al Capitán San Luis, por las horas de desvelo dedicadas a ese organismo y su tenaz labor contra el bandidismo que infestaba a la más occidental de las provincias cubanas.
La muerte oscura del Capitán valiente, en medio de tanta sangre y en medio de tantas lágrimas, trasciende los límites de su estatura pequeña para extenderse en lo inmenso con su metálica forma.
