El dolor llenaba las almas de un pueblo todo; la capital cubana se estremecía tras el estallido de una explosión en puerto habanero.
Muertos, heridos y un barco quebrado, eran las imágenes aterradoras de aquel desastre, provocado por el odio enemigo y cavilado por las fieras de un imperio.
Se apagaba el esplendor del día, la brisa marinera olía a sangre obrera, mientras hervía la indignación sobre el azul de la bahía, y en los labios de los revolucionarios la ira de un pueblo.
Fidel vivía un día amargo, pero no se dejaba arrebatar la pasión para ver claramente a un pueblo capaz de mirar de frente, con valor, con sobradas razones para ensanchar la joven Revolución.
El siniestro evocaba la despedida de almas inocentes en un luctuoso discurso, donde nace un grito profundo de una nación por su derecho a la vida.
“Patria o Muerte” es la consigna, la frase, la palabra que brota a pecho limpio del Gigante de Cuba; es la certeza que guía a nuestros pasos; es el sustantivo que avala la dignidad; es el respeto a la memoria de nuestras luchas emancipadoras, a los más sagrados valores de nuestra identidad.
“Patria o Muerte” es la actitud colectiva frente al adversario; es la declaración de amor infinito por la nación; es la frase espléndida de humanismo y convicción; es el empeño de libertad conquistada por el presente y el futuro de la Patria, para todos los tiempos.
A la distancia de 64 años de la promesa más hermosa del Comandante en jefe hecha aquel 5 de marzo por los sucesos de La Coubre, Cuba no retrocederá ni tampoco temerá al enemigo, porque la Revolución se mantiene en pié para seguir conquistando sueños y nuevas victorias en defensa de la consigna eterna de: “Patria o Muerte”.
