No basta un 7 de junio como homenaje a esos custodios de la cultura que se identifican en los templos de conocimiento, de esos hombres y mujeres que con esfuerzo diario y en anónima consagración resaltan la vocación de ser bibliotecarios.
Como custodios de la cultura para calmar la sed del saber se yerguen los bibliotecarios, profesionales que hablan un mismo lenguaje de libros, revistas, colecciones, folletos, de textos digitalizados, para hacer un referente fiel del saber y matar la ignorancia.
En sus manos las llaves de la sabiduría puestas a ensanchar el conocimiento de estudiantes, profesionales, intelectuales o simplemente lectores que buscan en las páginas la instrucción especializada o el entretenimiento sano que fascina la imaginación, lo real maravilloso.
Es sin dudas, el bibliotecario el amigo prestamista que recomienda los libros buscados en estantes repletos de bibliografías, sumando saberes y conocimientos que abren puertas del futuro en el aprendizaje de sus semejantes.
Con una magia única, que edifica la mente y el alma, se distinguen los bibliotecarios que buscan la educación universal del hombre que siempre se cultiva y resplandece con satisfacción y agradecimiento eterno.
Mirar el mundo desde ojos que leen, desde los escenarios de importancia sustantiva para el desarrollo de la sociedad, es el reto de los bibliotecarios cubanos quienes miran en la misma dirección con amor y sencillez, trabajando el presente, adaptándose al futuro y sin olvidar el pasado.
