Mariposas, rosas, delfines nombres de personas, imágenes religiosas, tribales, letras chinas, estrellas, y otros dibujos, inundan algunos cuerpos de este siglo sin importar el sexo, origen social o el nivel de instrucción.
Uno, dos, tres o muchos más, se disputan espacios en la piel con más o menos colores… Quizás, la moda, el embullo o ciertas razones sentimentales o familiares pueden ser las causas que se ocultan tras un tatuaje, del cual muchos permanecen orgullosos o enamorados toda su vida.
Sin embargo, cuando el arrepentimiento toca nuestra puerta, o determinadas circunstancias se muestran exigentes… ¿Qué hacer?
Sé de jóvenes que llevan expresiones artísticas corporales que no piensan en futuras situaciones que se le puedan presentar, y el diseño marcado en el cuerpo no se puede esconder por ser tan visible.
Aunque se conoce que la moda tatto gana adeptos en el país con los más variados dibujos en hombros, manos, cuellos y tobillos, me atrevería a asegurar que la persona que se tatúa corre el riesgo de contraer una infección, porque la piel es un órgano de barrera de defensa de nuestro organismo.
Sépase que el tatuaje es una herida en nuestra piel. De ahí, que estar convencidos de que siempre nos gustará elegir el lugar donde lo llevaremos, el diseño, el color y sobre todo exigir las normas higiénicas, es imprescindible.
Es cierto que los tatuajes no tienen que ser permanentes como algunos piensan, pero quienes han acudido a ellos afirman que duele más que el tatuaje mismo y no siempre son efectivos. Como toda moda, es posible que con el tiempo dejen de resultar atractivos.
¿Qué hacer cuando llegue el momento? ¿Quién garantiza en la actualidad que la esterilización de los materiales sea la adecuada y que los pigmentos no sean agresivos? ¿Es arte sobre la piel lo que hacen los tatuadores cubanos, o lo que buscan es lucrar con los dibujos? Son preguntas que habrá que responderse.
Hay decisiones que se llevan toda la vida y no siempre echarlas hacia atrás puede ser como lo esperamos.
