En julio llega siempre el recuerdo imperecedero del poeta camagüeyano Nicolás Guillén, cuya fecha de nacimiento y muerte, transcurrieron las dos durante el séptimo mes del año, con una diferencia de 6 días.
Su desaparición física duele, como causa dolor también no tener entre nosotros al Poeta Nacional de Cuba, cuyo nombre se expandió tempranamente más allá del Caribe y del continente americano, al hundir con su obra las raíces en lo más profundo del ser nacional.
A 35 años de su último adiós, Cuba vuelve a reencontrarse con Nicolás Guillén para hacerle el homenaje al hombre de méritos inmaculados, al soldado de filas para las batallas presentes y futuras. El disfrute de sus poemas como agua de todos los días, es esencia viva de la lengua escrita y de la tradición oral con su belleza indescriptible.
Su verso, claro y sencillo, sirvió para fustigar la garra del amo, para despertar la conciencia de los humildes, para hacer la voz de las más puras aspiraciones de los cubanos. Guillén supo fundar la imagen del alma nacional, creando una poética auténtica, identitaria de nuestra cubanía, que alcanzó una temprana celebridad acompañada por un prestigio intelectual ascendente.
Un invariable 16 de julio de 1989, hace hoy 35 años, partió al largo viaje el Guillén nuestro, cuando la muerte le ofreciera, mediante un grito su profunda amistad, porque el mulato camagüeyano, príncipe de la lengua es sustantivo imborrable del tiempo.
Aún cuando nunca se ha ido, el Poeta Nacional está junto a nosotros más cerca que de costumbre, porque el destacado intelectual fundador de la UNEAC y su presidente hasta el fin de sus días, es alma del sentido del deber, la ética y el compromiso.