Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras; porque el Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias.
Una verdad estremecía la pequeña salita del hospital “Saturnino Lora” de Santiago de Cuba, ícono de la voz de la Revolución.
Allí estaba el jefe del movimiento revolucionario, protagonista de las acciones patrióticas del memorable 26 de julio.
Allí estaba la cruda y valiente denuncia por los crímenes y atropellos del período republicano.
Ideas de la victoria
Con claridad meridiana; Fidel expuso el programa político y de acción, un programa de liberación nacional, democrático y popular que unía a todo el pueblo oprimido.
Fue “La Historia me absolverá” el alegato de defensa que marcaba los fines inmediatos de la lucha revolucionaria y las simientes del camino antifeudal, antiburgués, antimperislista y socialista.
Aquel alegato, más que una pieza oratoria de autodefensa, representó la expresión de interés nacional. Su encendido texto confirmó con creces la fuerza real del pensamiento de José Martí: “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”.
“Condenadme, no importa, la historia me absolverá” es la frase que recorre latitudes al mostrarnos el valor de una doctrina; la fuerza de las ideas; la lección de justicia.
A 69 años de aquel histórico alegato que trajo estrellas y palomas para la Patria; Cuba no olvida la causa 37 de la época, arraigando aún la fórmula del amor triunfante de Martí: “Con todos y para el bien de todos”.