Mucho esfuerzo hay detrás de los pupitres que acogen a los educandos, de las aulas abiertas, de las escuelas que reciben a sus alumnos en el nuevo curso escolar.
El inicio del curso escolar 2024- 2025 es reflejo del desvelo de un país por el futuro de sus hijos, de la determinación por hacer más rectos los caminos al conocimiento, los valores y la ética que son también caminos de la cultura y de la libertad plenas.
Septiembre, al término de dos semanas de clases, nos recuerda los ideales de todo aquello que tenemos, de la reivindicación que un día aconteció para quienes, de otra forma, jamás hubieran accedido a su cimero derecho que es la educación.
Septiembre enorgullece y llena el corazón, porque la alegría resplandece en las aulas, porque comprendemos que enseñar en las actuales circunstancias merece cualquier sacrificio, porque interpretamos que el bien común emana de aquello que se construye cuando se juntan todas las manos.
Pese a las numerosas adversidades, el presente curso escolar aflora su grandeza y estoicismo por mostrar el valor de la pedagogía de un país, que apuesta por el saber, por la inteligencia creativa frente a un bloqueo que asfixia y una crisis económica mundial que nos pone a prueba.
Dispuestos para el nuevo curso escolar están los profesores en las aulas escribiendo en pizarras, dando muestra de sabiduría para edificar la generación presente y futura, para moldear a la mujer y al hombre nuevo.
Tras ese destino educativo, el esfuerzo es palpable, la resistencia es una realidad y el amor es una constante, a fin de seguir sembrando instrucción y valores frente a los nuevos tiempos.