Con espíritu de cooperación y trabajo surgieron estos hombres que comprendieron la necesidad de un país en años nacientes de Revolución.
Buscar una solución al problema del agua, era una prioridad inmediata, imperiosa, porque había que desarrollar la agricultura de la nación por el bien de sus hijos.
Fidel estaba seguro del desafío: si la agricultura es la base, el agua es indispensable. El desarrollo hidráulico del país era la gran tarea.
La Isla sin grandes ríos, cuyos afluentes muy cortos y de rápidos torrentes en presencia de lluvias, demandaba de inteligencia y brazos para iniciar un programa de reservas de agua destinada al consumo de la población y de las industrias.
Trabajo duro se impuso para garantizar la preservación de las aguas terrestres, en función del desarrollo económico y social de Cuba.
Se precisaba también en aquel momento evitar grandes inundaciones y embalsar agua para responder en caso de intensa sequía.
Presas, micropresas, canales magistrales, estaciones de bombeo, redes de alcantarillado y plantas de tratamiento de residuales, fue el compromiso y el sacrificio de muchos hombres agrupados en un Instituto de Recursos Hidráulicos.
El Comandante del Ejército Rebelde Faustino Pérez, médico cubano e integrante del Movimiento 26 de julio, fue el representante de los hombres del Programa de Voluntad Hidráulica, de esa fuerza de temple y acción, de los héroes que se forjan en la trinchera de la vida, en el cursar de las experiencias y en el legado de Fidel y las victorias.