Mi pueblo dormita. Ella, escoba en mano, comienza su jornada. No sé su nombre, tampoco le pregunto. Al pasar por su lado le digo un buenos días y recibo las mismas palabras por repuesta.
La barrendera está muy despierta. Ella limpia bien temprano el céntrico parque de Contramaestre, donde vivo. Comienza a las 4:00 de la madrugada, sin detenerse y con la vista fija en su tarea. A esta mujer que no le sé su nombre, pequeña de estatura, le distingue un pantalón y una camisa de mezclilla, con una pañoleta y botas que protegen su cabello y sus pies.
Barre con esmero los distintos espacios del parque de la localidad, empeñada en recoger las hojas secas que se desprenden de los vetustos árboles y otros desechos, para que el amanecer sorprenda con la pulcritud del céntrico lugar.
Sin descansar un minuto, la escoba va de un lado a otro, acumulando la basura y recogiéndola con una pala para echarla en el saco amarrado al carrito. Así una y otra vez. Seria como la labor que realiza es esta barrendera que aprecia la limpieza, consagrándose a su quehacer y anticipándose siempre a la mañana soleada o nublada.
Ella, muy humilde, siente orgullo por lo que hace, se sabe protagonista de su obra, al cumplir bien con su faena, dura pero posible. Hoy 15 de febrero, esta barrendera, como el resto de los trabajadores del sector de Comunales merecen la mayor consideración, el mayor de los aplausos, ganado a fuerza de escoba y la recogida de desechos en mi pueblo natal.