El bloqueo económico, político y social impuesto a Cuba por los Estados Unidos y recrudecido en los últimos años tiene incidencia directa en la educación cubana, uno de los proyectos más humanos de la Revolución y contemplado entre las prioridades al triunfo revolucionario.
Una Campaña de Alfabetización en el año de 1961, acabó con con el analfabetismo y el acceso a la educación y el desarrollo quedó abierto para todos sin excepción de raza o credo religioso. Siglos de ignorancia quedaron atrás y vieron la luz, a partir de ese momento, muchos proyectos que hoy ofrecen sus resultados.
Sin embargo, cuánto se haría en materia de enseñanza si no existiera ese bloqueo, cuántos proyectos tendrían concresión y soltura. Cuánto mejoraría lo que se enseña en los círculos infantiles si se pudiera comprar todo lo neccesario, los juguetes, los juegos didácticos, si se pudiera importar toda la leche necesaria o se pudiera producir en el país. Cuánto harían nuestros maestros de primaria si no faltaran los lápices, las libretas u otros útiles de enseñanza que hoy es imposible tener, si se pudieran realizar todos los experimentos de laboratorios que tanto mejoran a la comprensión, si se pudira tener todo lo necesario en esos laboratorios.
La educación en Cuba fuera otra si no existiera el bloqueo. Sueños arrastrados por décadas se harían realidad, se susavizarían los procesos de aprendizaje hoy tan tristemente azotados.
Peligra en ocasiones hasta la atención médica en los centros educacionales, aún cuando el Estado se esfuerza para garantizarla de manera gratuita. La espina punzante del bloqueo nos fustiga pero no nos doblega.