A pocas horas para dar nuestro voto de manera responsable por el presente y futuro de las familias cubanas, como expresión más genuina de soberanía popular, miremos con optimismo el código que defiende la vida.
Desde la perspectiva de nobles actitudes, del altruismo que llevamos en la sangre, del camino que no pocas veces nos ha tocado de cerca, miremos este Código como una Ley de pensamiento renovado que evoluciona al hombre frente a una postura a los derechos sociales.
Cuando se trata de decisiones serias para mediar entre el No y el Sí, debemos meditar profundamente, sin egoísmos, todo aquello que se está poniendo en juego, mirándonos por dentro, desprendiéndonos de prejuicios para entenderlo.
Código de las familias defiende derechos
Los ejemplos hablan por si solos. Conozco de hijos y nietos que despojaron a padres de sus viviendas; conozco también de una amiga que desea ponerle a su pequeño el apellido del hombre que lo crió.
Conozco de la madre joven que falleció, dejando a su único hijo y a su mamá sin oportunidades para la guarda y cuidado del menor, correspondiéndole ese derecho al padre; y conozco además de la hija que se fue del país, abandonando a su progenitora anciana desprotegida totalmente.
Los tiempos que vivimos requieren cambios de actitud y guardia por la igualdad y la justicia. La sangre no es el único lazo que forma hogares seguros y felices. El gozo de las relaciones igualitarias, a lo interno de la familia y en el entorno social, no puede ser un privilegio exclusivo de las mayorías, pues los modelos rígidos, ni pre-establecidos garantizan personas de bien.
Miremos conceptos como envejecimiento saludable, gestación solidaria, autodeterminación, responsabilidad parental, autonomía de las personas con discapacidad, unión de hecho afectiva, cuidador familiar y otros, con sus matices progresivos por estos días decisivos que vive el país.
Para quienes vivimos en Cuba, este Referendo popular del Código de las familias es la arrancada hacia una sociedad más inclusiva, más respetuosa que no censura al amor; por el contrario, ofrece igualdad de oportunidades, cicatriza heridas de hormas que no se ajustan a nuestros tiempos.
Esta Ley por la que votaremos el domingo 25 de septiembre es la certeza de la niñez feliz, la confirmación de una adultez plena y la garantía de una vejez digna. Por tanto miremos con optimismo el texto que defiende la vida.