Quizás nunca imaginó que su viaje a Manzanillo sería sin regreso, dejando una estela de dolor en los cañaverales cubanos que aún llora la ausencia de Jesús Menéndez.
Para el mundo azucarero de la Isla el capitán de plomo, sigue siendo la brújula que orienta el camino en tiempos bien complejos, cuyas ideas imperecederas alimentan los surcos cultivados con la luz de un hombre de pueblo, de verbo encendido y de brillo en la mirada.
A Jesús de las cañas, como le conoce la historia Patria, las balas por la espalda nunca pudieron aniquilarlo, porque su voz continúa recorriendo centrales azucareros en defensa de los derechos y conquistas de hombres y mujeres comprometidos con este sector.
El legado de Jesús Menéndez continúa siendo palabra viva en industrias descapitalizadas por el impacto del recrudecido bloqueo, donde se buscan inventivas para echar a andar maquinarias obsoletas y desgastadas por el tiempo.
Jesús Menéndez desanda por su Cuba con nuevos bríos para hacer crecer las cañas, para vivir por siempre como el eterno compañero que conduce el itinerario del azúcar cubano, con frases bien vibrantes y convincentes.
El líder de las cañas en Cuba, resucita sin dejar morir sus preceptos, para seguir siendo el paradigma de sentimientos puros e irrevocables que germina en cada batey azucarero, donde se le recuerda como el General de las cañas.