Los seres humanos necesitamos la paz para vivir, para crecer en una singular dimensión, para alcanzar el desarrollo, para hacer realidad los sueños individuales y colectivos.
Sin embargo, a nivel global existen confrontaciones, en otra magnitud, que atentan contra la libertad individual y colectiva y sumen a los países en el terror y la crisis.
¿Acaso no es atentar contra la paz, el fomento de la escalada bélica que en nuestras tierras de América Latina promueve el gobierno de los Estados Unidos? ¿Acaso el conflicto armado entre Israel y Palestina por una disputa inmobiliaria, no es símbolo de violencia, odio, masacre y brutalidad, que ponen en evidencia la falta de paz en Oriente medio? ¿Es casualidad que la guerra ruso-ucraniana se haya desatado por protegerse de la expansión hacia el este de la agresiva e imperialista Organización del Tratado del Atlántico Norte?
En el planeta existen focos de tensión, la mayoría orquestados, organizados y puestos en marcha por el imperialismo norteamericano. En la actualidad hay otras formas de guerra, como las personales por la supervivencia, de la cual el principal culpable es Estados Unidos.
La confrontación diaria de millones de personas es evidente también en la lucha contra el hambre heredada de la usurpación de sus empleos, por la política económica neoliberal, contra las enfermedades surgidas por la insalubridad, contra el analfabetismo que le impide desarrollar su inteligencia.
El hombre en las actuales circunstancias debe además luchar para enfrentarse a las drogas, no solo al consumo, que lo mata, sino a las guerras entre los narcotraficantes que cuestan centenares de vidas, muchas de ellas personas inocentes, incluso niños.
En la lucha por sobrevivir este panorama de calamidad se incluye también el cambio climático, cuyas consecuencias ya tienen efectos, que de no cambiarse la política de las naciones desarrolladas, podrían llevar a eliminar la raza humana.
Alejar las guerras y fomentar la paz es un imperativo inmediato, pues la humanidad requiere de una supervivencia, en la que prevalezca la ausencia de conflictos. Convivir en paz consiste en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a los demás, así como vivir de forma pacífica y unida.