Raúl Castro, su padre fundador mira con orgullo a la juventud de fuerza telúrica, uniformada en el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT).
Son tiempos difíciles y su labor es indispensable, indetenible. Cuba agradece sus aportes a la economía del país, porque con trabajo creador también se defiende la Patria.
Su compromiso tiene definición exacta de lo que precisa el país hasta en los lugares más recónditos. Con esfuerzo personal y colectivo empujan el desarrollo productivo de la nación en diferentes épocas del año, desafiando el sol y los fríos amaneceres.
La laboriosidad le distingue en pleno surco sembrados de alimentos, en cafetales y cañaverales, en plantaciones citrícolas y cacaoteras, conquistando admiración, confianza y respeto.
El Plan Turquino los abraza y empodera, reconociendo esta fuerza emprendedora vinculada con el duro bregar.
Las ciudades se transforman gracias a los soldados del EJT que edifican obras para cambiar la imagen de los pueblos, para asegurar la comida necesaria en distintos mercados, para que los trenes circulen sin peligro sobre rieles renovados por sus manos y esfuerzo.
Su valía trasciende también en la salud ciudadana, en la lucha antivectorial por lograr entornos saludables.
Desde su nacimiento, el 3 de agosto de 1973, este ejército de jóvenes laboriosos agrupados en las tropas terrestres de las FAR no descansa, con interés de hacer y aportar para continuar siendo el brazo económico y armado de la Revolución.