La naciente Revolución avivaba esperanzas, inauguraba oportunidades y nuevas experiencias por doquier. La suerte de los pobres había echado a andar, se había dicho basta por el bien mayor del hombre. Ese camino propio, era el socialismo mismo.
Era el sendero de avance hacia la justicia, la hermandad, la solidaridad, el amor entre los semejantes, hacia la felicidad, repartida con los humildes y para los humildes.
Era el bien colectivo hecho realidad, que rompía con la barbarie batistiana y su entreguismo a los yanquis. Fidel declaró el signo de la Revolución que nombró el arco que unía viejos sueños con las expectativas de la mayoría del pueblo.
Por esa libertad bella como la vida… había que darlo todo, ante el preludio de la invasión mercenaria por Playa Girón, que tuvo como antesala arteros ataques de la aviación pirata a las bases aéreas de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, dejando un saldo de siete muertos y más de 50 heridos.
El hecho, que marcó el camino a transitar en la construcción de un proceso social, devino en un tributo y al mismo tiempo un compromiso con las víctimas del cruel bombardeo, patentizado en el inolvidable discurso en la céntrica esquina de 23 y 12 en la capitalina Habana.
Revolución socialista era la esencia del perfeccionamiento, el salto de conciencia política de un pueblo, y la aprobación de soldados y milicianos dispuestos a defender la Cuba de todos, hasta la última gota de sangre, al saberse reconocidos en ese simbólico acto.
Aquel 16 de abril marcó la palabra empeñada con la equidad y el cambio social, para ver triunfar un humanismo de profundas raíces fraternales, haciendo prevalecer el reino de la justicia en la tierra.
A 63 años de aquel abril histórico, abril de primavera y de victoria, Cuba vestida de verdeolivo en honor aquellos milicianos, ratifica el juramento de dignidad, entereza, valor y firmeza ideológica que se traduce en patriotismo y unidad en defensa de nuestro socialismo.
