“Te comiste un macho gordo/ no me diste chicharrón/ yo tengo una melonera/ no te voy a dar melón”. Este estribillo montuno fue la inspiración recurrente de Oscar Mora Fornaris, un guajiro natural de Maffo, que junto a uno de sus hermanos con unas güiras y un taburete, respectivamente, entonaban la melodía en medio de los cafetales y su casita de vara en tierra, en la finca de La Vigía, predio que le vio nacer.
Cachao, como su pueblo le conoce, es uno de esos hombres comunes que desde su niñez despertó pasión por la música, entregándose en cuerpo y alma para tejer su historia en este poblado, que aún transcurridos sus 96 años revive melodías entre sus habitantes.
“Oye Ñico yo sigo Cachao, no he podido conseguir mis 40 centavos para pagar el tres”.
De ahí le deviene el sobrenombre; una deuda impagable preocupaba al trecero, quien no tenía cómo saldar su compromiso ante la palabra de Ñico, el amigo guitarrero que “puso la cara” con un fiador para que Oscar alcanzara uno de sus sueños.
El apodo trasciende en todo Maffo, donde cada rincón local conoce el personaje de tez blanca, de alta estatura y complexión delgada; una cabellera como la nieve por la suma de sus años y ojos color del cielo que se negaban a usar espejuelos para leer periódicos, libros y revistas y componer sus partituras.
Fundador de varios formatos de la música tradicional cubana con apego a la idiosincrasia campesina, Cachao ha defendido siempre la cultura identitaria, combinada con distintos oficios: la tierra con sus diversos cultivos, la venta de pan; como ayudante en albañilería, recogedor de basura; distribuidor de mercancías y responsabilidades en la agricultura como técnico agrónomo, dieron garantías de sustento en épocas precedentes, que aportaron experiencias válidas a este protagonista.
La antigua Región de Palma Soriano, gratificó el conocimiento agrícola del cantautor local en el desarrollo de las hortalizas; siembras y cosechas de vegetales para la alimentación de 14 municipios de la comarca, aportes que avalan su hoja de servicio sin alejarse de la sapiencia artística que distingue a este hombre de pueblo.
Fiestas patronales, bodas, cumpleaños, serenatas, despedidas, reencuentros, guateques, e invitaciones personales son testigos de la destreza en las cuerdas de la guitarra y del timbre inconfundible de Oscar Mora Fornaris, quien valora la familia y la amistad “como los cimientos que engrandecen el alma”.
Amigos de la música y de la vida como Misael Fonseca –ya fallecido- y familias como los Del Toro, y Cámara, en Maffo, estremecen los sentimientos de Cachao, en gratitud y veneración perpetua.
Tres grandes joyas cubanas, según él, forman el fruto de su familia de cinco hijos y tres nietos, a quienes le inculcó su nobleza y las buenas costumbres heredada de la educación inicial de Efraín Matos y Antonio Sierra, dos grandes maestros de la zona que acogieron en sus clases particulares nocturnas y cotizadas el discípulo para que conociera la cartilla del saber.
Oscar Mora Fornaris (Cachao) aficionado por excelencia de la música tradicional, es de esos exponentes que ama el prójimo como la vida misma, que no teme morir mañana porque se siente gratificado por el pueblo que lo ha acogido en diversos escenarios, para recibirle con beneplácito su arte cautivo por la naturaleza, el guajiro, las mujeres, el son, y en especial, por su natal Maffo.
Aunque sus 96 años ya conspiran, Cachao es para su Maffo natal un ícono en la memoria viva de su pueblo.