Para esas mujeres el cansancio no le está permitido, porque las rutinas productivas las comprometen cotidianamente. Su fábrica le espera cada mañana con el único empeño de confeccionar en tiempo récord prendas de uniformes escolares.
La tarea es difícil pero no imposible. Con tenacidad especial, las costureras de la “Rodolfo Rodríguez” le imprimen ritmo a las máquinas de coser para garantizar la producción. No existe descanso en la industria; se desafía la contingencia energética cediendo paso a los horarios nocturnos para cumplir el compromiso.
Tiempo y esfuerzo se conjugan sin reparo para garantizar el comienzo del período lectivo, para asegurar sayas, pantalones, blusas y camisas a cada estudiante identificado con el saber, con el conocimiento que aporta la escuela. Días feriados y varios fin de semanas se entregan para vestir a una generación con simbolismo y alegría, para imprimirle a la escuela la elegancia que se precisa en las aulas.
La laboriosidad pone a prueba el colectivo ante el impacto del bloqueo que retrasa la entrada de materias primas, que golpea con máquinas de costura desgastadas que no tienen reemplazo, despertando las innovaciones para dar vida a una fábrica emblemática de Contramaestre.
Manos diestras en el oficio hacen realidad el proceso de confección que exige de calidad conforme, de un acabado sin devolución del destinatario que comercializa las prendas de uniformes escolares. El compromiso con el sector educacional, reclama de apoyo familiar, de cooperación de esposos, hijos y padres para aligerar responsabilidades en casa de quienes llevan años ensartando una hebra de recuerdos en la aguja de este tiempo en la fábrica “Rodolfo Rodríguez”.
En verdaderas heroínas devienen estas mujeres vinculadas con el arte de coser, inspiradas en el ejemplo del mártir de su sector José Ramón Martínez, quien honra el encargo estatal que refuerza el compromiso con tejidos, hilos, agujas y máquinas para que educandos ganen en uniformidad e imagen identitaria.
