El agua es esencial para la supervivencia y el funcionamiento de todos los seres vivos, así como para la producción de alimentos, energía, materias primas y otros bienes que contribuyen al desarrollo económico y social.
Sin embargo, el agua enfrenta múltiples amenazas que comprometen su disponibilidad, calidad y equidad. Según la ONU, el 71% de la superficie terrestre está cubierta por agua, pero sólo el 2,5% es agua dulce y de este líquido sólo el 0,5% es accesible para el consumo humano.
De de ahí que se estima que para 2025 el 63% de la población mundial vivirá en áreas con escasez de agua.
Por otra parte, el agua también sufre de contaminación por diversas fuentes como los desechos domésticos, industriales y agrícolas que afectan su calidad y su potabilidad.
Sépase también que el agua es objeto de desigualdad y exclusión social, ya que no todas las personas tienen acceso al agua potable y el saneamiento básico.
En presencia de este panorama que pone al descubierto las brechas existentes entre los países desarrollados y las naciones en desarrollo, así como entre las zonas urbanas y las zonas rurales, y entre los grupos sociales más vulnerables y los más privilegiados, se reconoce que estos problemas pueden generar conflictos entre los diferentes usuarios y uso del agua, tanto dentro como entre otras tierras.
Por tanto, se hace necesario generar conciencia y responsabilidad sobre el uso y cuidado del agua desde la infancia hasta la edad adulta, mediante la educación familiar e institucional y en los medios de comunicación masiva, preferentemente.
Se hace imprescindible fomentar la cooperación y la participación en la gestión y la protección de los recursos hídricos, tanto a nivel local, provincial, nacional e internacional, respetando los principios de equidad, solidaridad y sostenibilidad.
De esta manera, se puede contribuir a la prevención y la resolución de conflictos, así como la construcción de la paz y el desarrollo.