El almanaque se empeña en recordar su partida, al despedirse hace siete años, desmintiendo cualquier asomo de muerte, porque aún te creemos eterno, Fidel.
Fidel es tan cierto como la historia que atesora sus legendarias páginas, que trascienden fronteras. No podemos negar su grandeza de padre mayor, si lo privamos del nuevo desafío, el de la muerte.
Su nombre de leyenda permanece vivo entre tus hijos que extrañamos la ausencia del hombre excepcional e irrepetible, cuyo noble corazón entregó a la humanidad de su Cuba y del resto del mundo.
Fidel es tan cierto como su propia historia del joven universitario, del Moncadista que se autodefendió, del expedicionario del Granma, del Guerrillero que bajó victorioso de la Sierra Maestra, del estadista visionario que alertó sobre lo difícil de llevar adelante la Revolución.
En la muerte, Fidel continúa invicto como el Jefe del Moncada, como el amigo más alto de nacionalidades diversas, como el mejor de los hermanos para con los desposeídos del planeta.
La voluntad del hombre sublime no ha muerto, porque continúa vivo e intacto en el pecho de cada cubano, en la conciencia humanista, con apego a la paz, el amor y los sueños del mañana.
Fidel aún está entre nosotros con su proa a la libertad, con una carga de principios y decoro que marcaba el itinerario: Si salgo entro, si entro llego, si llego triunfo.
Arrebatarles a los cubanos este 25 de noviembre el hombre más universal, no es y será posible, porque Fidel Castro Ruiz nos enseñó que por nuestra calidad humana somos invencibles