“Condenadme, no importa la historia me absolverá”. Estas poderosas palabras de Fidel, aún estremecen la historia, porque trincheras de ideas fueron más enérgicas que trincheras de piedras.
Con esta robusta frase, el Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victoria, nos enseñó que el lenguaje de la verdad debe ser, sin duda alguna, simple, sin artificios.
Esa exactitud acentuada en el tiempo, estremecía la pequeña sala del Hospital “Saturnino Lora” de Santiago de Cuba, símbolo perdurable de la voz revolucionaria del hombre gigante de Cuba.
Esa verdad, en el corazón de Fidel y llena de valor para decirla, denunciaba la cruda realidad de una Isla, atropellada por el gobierno republicano.
“La Historia me absolverá” era el documento expuesto, el programa político y de acción, de liberación nacional, democrático y popular que convocaba a la unidad del pueblo oprimido.
Era el alegato de defensa que marcaba el itinerario, que desafiaba a poner fin inmediato a los cimientos capitalistas corrompidos, para instaurar el porvenir de un pueblo.
Los problemas de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, del desempleo, de la educación y la salud, eran los seis puntos más acuciantes de la Neocolonia cubana que habían que buscarle solución a través de la conquista de la libertad y la democracia socialista.
Después del enero victorioso Fidel cumplía lo prometido, asegurando trabajo, techo, avanzando en la industrialización, entregando tierras a los campesinos, asegurando educación y salud gratuitas.
“La historia me absolverá” hoy sigue marcando el derrotero de libertad y soberanía trazado en aquel entonces, continúa siendo brújula política para no desviar el rumbo, para hacernos ver que a casi 71 años de haber sido expuesta por Fidel mantiene el mismo halo de justicia social.
Nos confirma que pese a las adversidades actuales e injusto y cruel bloqueo, la razón está de nuestro lado, y al final, como entonces la historia nos absolverá.
