A Contramaestre le cabe toda la gloria, porque su nombre, Juan Fajardo Vega, es sustantivo, porque como semilla fértil se convirtió en un paradigma, cuyas raíces de independencia, quedaron sembradas en el corazón de los cubanos.
Guayabal rememora la estirpe revolucionaria, con reverencia infinita a un hombre de luz de emancipación mambisa y rebelde, como el ícono que se despidió sin saber que sería el último mambí de su tierra.
Con el pie en el estribo y machete en mano para defender a la Patria oprimida por la España de la época; te empinaste desde temprana edad a la manigua como el más decidido de los guerreros.
Pero contigo no pudieron, Juan Fajardo Vega, cuando decidiste cambiar el arma blanca de combate por el fusil también de guerra, como consecuencia de la intervención enemiga. Fue imposible tu derrota.
Su suerte, apegada a los humildes, cristalizó su destino de valentía y decoro, su amor por los pobres de la tierra, y su fe ilimitada por un mañana mejor.
Con una dimensión hacia la inmortalidad, Juan Fajardo Vega, recorre calles, escuelas y colectivos obreros. Su impronta trasciende en su Contramaestre natal, como símbolo meritorio en el olimpo cubano.
A 33 años de su muerte, tu gloria se ensancha en tu terruño, porque tu lealtad a la causa revolucionaria habla del desprendimiento al servicio de la Patria, al nunca aceptar pensión alguna como veterano de la guerra por la independencia, convirtiéndote en bandera de combate ante los peligros de la nación.

