En otras ocasiones hemos aprovechado la posición privilegiada de los satélites meteorológicos para mostrar las características y efectos de distintos fenómenos meteorológicos. En algunos casos porque por su tamaño no son visibles desde nuestra perspectiva en la superficie (incluso ni desde un avión a gran altura), como ocurre con los vórtices de von Kármán y en otros porque con sus sensores “ven” de una manera diferente ciertas características. También hemos visto a una mayor escala los efectos extensivos de tormentas locales severas, que aunque inciden como su nombre lo indica tienden a afectar un área pequeña, pero que en ocasiones se extienden más allá.
Durante el paso de un ciclón tropical, la vegetación es una de las que más sufre el efecto de los vientos, los daños son proporcionales a la intensidad de los mismos y sus rachas, pero también depende de su persistencia y los cambios en la dirección. Estos en primer lugar producen la pérdida del follaje, que además sufre de un secado extremo bajo vientos huracanados.
Esto ocurre porque los fuertes vientos incrementan el proceso de transpiración de las plantas, es decir la cantidad de agua que está “pierde” por las distintas partes de su estructura, en este caso las hojas. Normalmente la planta extrae la cantidad de agua que necesita a través de sus raíces y la transporta hasta las hojas, sin embargo, bajo vientos extremos la cantidad de agua que se disipa es tan grande y ocurre tan rápido, que la planta no puede restituirla, lo que provoca que se sequen sus hojas. Este efecto deja en la vegetación un daño comparable a aquella que han estado expuestas al calor de un incendio, de ahí que muchos digan que “el viento quemó los arboles”. También ocurre el derribo de grandes ramas y hasta de árboles de gran porte, esto último relacionado indirectamente con las fuertes lluvias que normalmente acompañan a estos sistemas, que “ablandan” el suelo y le restan a las raíces su capacidad de anclarse.
La siguiente imagen fue tomada por el satélite Sentinel-2 de la Agencia Espacial Europea el pasado 9 de noviembre, a diez días de la afectación del huracán Melissa. En ella aparecen marcados varios puntos de referencia y el punto de entrada aproximado del centro del huracán por el municipio Guamá. Note la franja color marrón en el centro de la imagen, entre el verdor de la zona, más evidente en la zona montañosa de la Sierra Maestra al sur.

Esta se ve con mayor claridad aun cuando la ponemos lado a lado con una tomada por el mismo satélite unos días antes del embate de Melissa, el 17 de octubre. Se nota incluso el cambio de la vegetación fuera de la franja de mayor afectación, con una disminución, casi desaparición, de las zonas verdes, “borrando” la alfombra boscosa y dejando al descubierto el relieve de la cordillera.

Quizás menos perceptible por la poca diferencia de tonalidad con respecto a sus alrededores, pero puede observarse el crecimiento de cuerpos de agua: presas y embalses, producto de las intensas lluvias reportadas al paso de Melissa.
Con un cambio no tan brusco entre ambas imágenes, en la zona del valle del Cauto, se ve como el verde intenso cede el paso a tonos menos definidos y más hacia el marrón, ya que la afectación al fondo boscoso en esa zona fue de menor magnitud que sobre territorio santiaguero.

Lo más significativo en la imagen es la “aparición” la imagen de la derecha (registrada posterior a Melissa) como una línea serpenteante del río Cauto y sus afluentes. Realmente en ambas imágenes está presente, pero es más llamativo en la segunda por el cambio de color de sus aguas oscuras y tranquilas por un color más claro de aguas revueltas.
En la siguiente animación se ve ampliada la evolución varios días antes y después de Melissa, apreciándose las zonas inundadas, próximas a las márgenes del río, cuyo aumento del cauce también es notable. El color carmelita claro, producto del arrastre de lodo y escombros por su corriente “tiñe” todo el recorrido y zonas aledañas, en donde permanece incluso cuando sus aguas empiezan a ceder. Es precisamente en la última imagen de la en que se observa la corriente principal ya no tiene el color fangoso, que sí persiste en zonas otrora inundadas obre las que el rio tomó posesión.
Otra vez más la imágenes de satélite nos permiten ver las “cicatrices” que dejan fenómenos como estos, ayudándonos a entender la magnitud de sus efectos, más allá de lo que podamos ver en imágenes aéreas, que con Melissa fueron impresionantes.

Ya casi se nos cierra la temporada ciclónica y nos acercamos al resumen del semestre ciclónico que aparentemente ya clausuró por adelantado, así que ya vamos haciendo los números finales que analizaremos muy pronto.
Tomado de Cubadebate

