Violencia juvenil, una falla a corregir urgente

Violencia juvenil, una falla a corregir urgente

¿Qué falla cuando los jóvenes asumen comportamientos violentos a la hora de solucionar conflictos?

En la respuesta a esta interrogante está la explicación a episodios de agresión física que han tenido un impacto negativo en nuestra sociedad.

Las heridas que este tipo de actos dejan en una familia se multiplican cuando como resultado ocurre la muerte de alguien que apenas ha comenzado a vivir.

Duele más en una nación, que ha alcanzado un elevado nivel de escolaridad y no se caracteriza por entornos de inseguridad, al contrario.

Nadie está a salvo de las consecuencias de la crisis económica que lastra la sólida formación ética, cívica y moral de los ciudadanos cubanos. Los jóvenes no escapan de las miserias humanas que comienzan a proliferar, al contrario, se encuentran entre los sectores más vulnerables.

No estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros pinos nuevos. Al lado de cada uno de ellos debe andar un tronco robusto en el cual encontrar sombra y cobija, ellos andan por caminos difíciles.     

Consciente del efecto nefasto de malos hábitos que pujan por abrirse paso, como el consumo de drogas, el estado a través de las instituciones competentes han asumido el combate a este flagelo con tolerancia cero y las acciones preventivas se han incrementado.

Pero estas deben hacerse más intensivas, involucrando a la familia, provocando que se sumen espontáneamente los factores de la comunidad, propiciando el intercambio franco y abierto con los niños y adolescentes sobre los temas que les interesen. Debe ser una labor consciente en la que trabajen quienes estén movidos por el amor y el humanismo.

El control a los desvinculados del estudio o el trabajo se debe reforzar y generar acciones concretas que propicien la incorporación a esas actividades, que a su vez, ofrezcan una perspectiva en la que los intereses de progreso de los jóvenes se vean reflejados. 

Hay que rescatar los planes recreativos, las propuestas culturales y deportivas deben ser capaces de convocar masivamente, sin que la promesa de beneficio sea el consumo de alcohol, por ejemplo.

Es urgente generar más espacios para el disfrute sano y de esparcimiento colectivo. En los barrios hay mucho potencial     que espera por un espacio para desatar sus iniciativas. 

¿Estaremos pagando el precio de una educación con fallas en la formación de valores morales? Y hablo de la educación integral donde la familia debe liderar el aprendizaje de hábitos de camaradería, respeto, tolerancia, urbanidad…

No, ya no funcionan aquellos viejos mecanismos donde el castigo físico y psicológico abundaba, pero hay que hacer que nuestros niños escuchen más frases bondadosas y dulces, que crezcan con cariño para que en sus corazones florezca más el trato humano y se impongan a la naturaleza salvaje que dicen tenemos.     

Hay que re-acomodar el entorno social intoxicado por el consumo de productos pseudoculturales como cierta música de contenido obsceno y de convocatoria agresiva, amplificada en espacios públicos, sin que medie una norma que lo regule.

¿Qué falla cuando los jóvenes asumen comportamientos violentos a la hora de solucionar conflictos?. Nuestra sociedad necesita re-acomodar sus maneras de prevenir esas manifestaciones y es preciso hacerlo desde la cuna, como dijera el apóstol.