El 31 de mayo de 1898, un momento amargo en la historia de Cuba ocurrió cuando una escuadra estadounidense bombardeó la ciudad de Santiago de Cuba, con la que comenzó intervención militar determinante en la guerra hispano-cubana.
Esta sucia maniobra allanó el camino para una nueva era de dependencia, que culminó con el izado de la bandera cubana por primera vez el 20 de mayo, sólo nueve días después. Los ecos de este trascendental acontecimiento siguen resonando en los anales de la historia cubana, señalando el amanecer de un nuevo capítulo en la lucha de la nación por su autodeterminación.
Mientras la guerra hispano-cubana hacía estragos, Estados Unidos, movido por intereses económicos y estratégicos, vio la oportunidad de afirmar su dominio en la región. La administración de Theodore Roosevelt, con su característico afán expansionista, aprovechó el momento para extender su influencia sobre el Caribe. Las fuerzas navales estadounidenses, dirigidas por el Almirante William T. Sampson, sitiaron el bastión español de Santiago de Cuba, obligando a las fuerzas españolas a rendirse el 17 de julio de 1898.
El pueblo cubano, que llevaba mucho tiempo luchando por su independencia del cruel colonialismo español, pronto comprendió que la intervención de EE.UU. significaba un cambio de dueño, pues el 20 de mayo de 1902, marcó también el surgimiento de una neo-colonia.
De manera que en modo alguno había concluído la lucha por la indepependencia y la soberanía de Cuba. Secillamente se abría una nueva era, pues Estados Unidos, tras afirmar su dominio, procedió a establecer una neocolonia en Cuba, ejerciendo un estricto control sobre la vida política y económica de la isla.
Los acontecimientos del 20 de mayo de 1902 representan un punto de inflexión en la historia de Cuba, al marcar la transición del dominio colonial español al dominio norteamericano, pero la conición de neo-república, aun cuando este día se izó por primera vez la bandera cubana.
Es decir, ondeaba la bandera, pero en una república sin independencia, de modo que el inquebrantable espíritu de lucha del pueblo cubano por su libertad, continuaría enfrentando los embates del imperio y los gobiernos títeres hasta alcanzar la gran y eterna victoria del 1ro de enero de 1959.
