Empinarse día a día para desafiar dificultades bien recrudecidas, es el empeño para los cubanos de la Isla, frente a las carencias que devienen en resistencia palpable.
Y esa realidad es evidente cuando usted recorre el país, y en particular las calles de su pueblo, donde se observan caras fuertes y angustiadas por los duros procesos que estamos viviendo.
El fenómeno social, expresión de resiliencia no nos debilita. Las pruebas han sido duras. Apagones de más de 20 horas, precios abusivos y especulativos a la hora de buscar la comida, casi nulo transporte estatal, colas enormes tras las garantías de servicios, bajo uso de la bancarización y escasa información a través de los medios públicos por la falta de electricidad, y más reciente un devastador ciclón, forman parte del panorama recurrente.
Sin embargo ante la precariedad económico social, el reto es levantarse no sólo defendiendo este proyecto social por su pasado glorioso y las conquistas incuestionables en años de Revolución, sino también empoderar el humanismo, la solidaridad y la unidad como expresión de valores alcanzados.
Enfatizo en estas aptitudes porque los tiempos actuales precisan de cambios si pensamos como país. Para acompañar ese gesto empinado -hilo conductor de este comentario- le corresponde a las organizaciones de masas y políticas, al gobierno local y a todos los actores de Contramaestre amar a Cuba desde lo más profundo de nuestras almas de manera consciente, respetuosa y solidaria.
Cuidar la Perla del Caribe, como la definiera el poeta, debe ser la disposición de cada contramaestrense, cumpliendo con sentido de pertenencia, participando colectivamente en las propuestas de soluciones a problemas detectados en el centro laboral o en el barrio, despejando el camino lleno de obstáculos con alternativas prácticas que nos hagan más llevadera la vida.
Aprovechemos en la comunidad el potencial de hombres y mujeres con capacidad creativa que se desempeñan en oficios y profesiones diversas y unámonos para hacer del barrio un espacio acogedor de respeto, de cordialidad, de familia solidaria.
Aprovechemos otros escenarios como los mercados, las bodegas, el banco, las panaderías, policlínicos, hospitales, para el reconocimiento del valor propio. Igual llamado en los centros de trabajo, donde la comunicación y sensibilidad deben prevalecer.
Sin muchos lamentos ni tristezas, por lo que nos ha tocado vivir, hagamos de nuestras propias circunstancias un mejor país con sentido común y participación colectiva para eliminar distorsiones diarias y convertirnos en mejores seres humanos.

