Los que cayeron en el combate no han de ser olvidados. En sus manos se alzaron las armas que dieron muerte al enemigo, para hacer de Cuba, nuevamente, un país libre. En la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista, sumaron más de 20 mil; en ese tiempo, clandestinos, hoy, mártires de la Revolución.
El 30 se julio es una fecha idónea para recordarles; ese día de 1957, fue asesinado Frank País García, en las calles de Santiago de Cuba. La noticia conmocionó a toda la ciudad, e hizo brotar la indignación ante la injusta pérdida de jóvenes íntegros y valiosos.
Frank se había destacado, desde su etapa universitaria, cómo líder estudiantil. Impecable fue su labor como Jefe de Acción y Sabotaje, y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de julio. A él se debe el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba, como apoyo al desembarco del Granma. Logró extender la clandestinidad en Oriente, como fuerte columna para la vida en la Sierra.
Al triunfo revolucionario, en 1959, se instituyó este día como tributo a los Mártires de la Revolución, para recordar no solo lo grandioso de sus vidas, sino también lo heroico de sus muertes. Recordar no es una acción costumbrista, es el pago a una deuda eterna con la justicia y la valentía.
Los Mártires de la Revolución, en su mayoría jóvenes, aún sirven de ejemplo para los que, en otros tiempos, tendrán que tomar partido en el futuro de la nación. No se les rinde homenaje por las cifras, sino por el humanismo, por la cubanía.
Frank y Josué, Raúl Pujol, Martínez Villena, José Antonio Echavarría, son muchos los nombres, muchas las vidas. En ellos se hicieron realidad los versos de nuestro himno nacional: Morir por la Patria, es vivir.
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