Recordar la historia es un acto tan valiente y necesario como las hazañas de sus protagonistas. Hay en cada fecha una lección para el presente, en cada error una estrategia nueva, una inspiración en cada acierto.
La historia es como un arma, lo mismo en reposo que empuñada y lista para la lucha. Las batallas de hoy son contra la ignorancia, el desapego, y el olvido.
En días como hoy 26 de Julio, Cuba ha de encargarse de traer a la memoria aquella madrugada ajetreada de 1953, en que jóvenes guiados por Fidel se levantaron en contra de un régimen opresor. Habrá que recordar cómo asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, cómo se batieron contra el enemigo, superior en número y armas. Habrá que recordar a los que perdieron la vida en el asalto, a los que volvieron más tarde, en busca del mismo fin; habrá que recordar esto y mucho más.
No se trata de una memoria selectiva, que escoge los momentos gloriosos, sino de una imagen fiel de cuanto ocurrió años antes, para aprender de las grandezas y desaprender de los errores. Solo así se aprovecha la experiencia del pasado, siguiendo las huellas de los que ya transitaron el mismo camino.
Podría parecer que los días de 1953 en nada se asemejan a los que corren, pero el parecido está ahí, latente: la misma amenaza para Cuba, la misma amenaza para la libertad.
¿Hacia dónde hemos de mirar? Hacia el ayer, hacia el Moncada, hacia la juventud valerosa que puede definir el rumbo de una nación, hacia los hombres incansables y las mujeres resilientes. Hacia la Cuba de otros años miraremos, hasta saber en detalle cómo será la Cuba que soñamos.
No hay vida presente sin un pasado detrás, y en fechas como estas, 26 de julio, lo recordamos con niños sentados en escuelas que una vez fueron cuarteles de guerra, y con universidades repletas que evocan el porvenir. No son tiempos para el olvido, son días para el recuerdo de nuestra historia.