El mundo tiene mujeres que habitan y producen en los campos, mujeres rurales que raras veces sus rostros conocen de maquillaje, su pelo casi siempre cubierto por un pañuelo y el sombrero que la protege del sol, féminas que se sienten tan importante como cualquier señora de la ciudad.
Desde sus espacios con voz y trabajo propios, contribuyen no solo a la manutención de su casa, también al desarrollo agrícola de las zonas donde residen junto a otros campesinos.
En el campo ellas son útiles, realizan cualquier labor tanto como un hombre; chapean, siembran y cosechan, aseguran el plato nuestro tan necesario de la mesa familiar que demanda la seguridad alimentaria y la eliminación de la pobreza.
Son las mujeres quienes desempeñan un papel determinante en las economías rurales de los países desarrollados y en desarrollo, participando en la producción de cultivos, en el cuidado de los animales y en la búsqueda de agua y combustible para sus hogares.
Las reinas de los campos demandan ser dueñas de lo que hacen, de sus decisiones y su futuro, pues con esas garantías podría incrementarse más del 30 por ciento de la producción en las naciones en avance y por tanto reducirse el fenómeno de la hambruna en el planeta.
Afortunadamente en Cuba, la mujer es protagonista de su tiempo. El ámbito rural no es menor que el urbano y en esa dirección, cuantiosos recursos se han destinado a mejorar la vida a las mujer rural, ofreciéndoles educación y posibilidades de superación.
Aquí en esta Patria chica, las mujeres también son necesarias, y las puertas del futuro están abiertas para que caminen hacia él.
El país exhibe un panorama optimista en comparación con otras tierras más afectadas, en las que se subestima el papel de la mujer.
Lejos de tabúes y temores, pueden ser trabajadoras en el surco, en las empresas, en las Cooperativas de Producción Agropecuaria y de Créditos y Servicios. También pueden superarse en las universidades agrarias y desarrollar investigaciones que tributen en la evolución agrícola que demanda de nuevos bríos.
Tenaces y enérgicas, dispuestas a construir su propio destino en su país, sin que nada pueda limitarlas. En los campos de Cuba, donde florecen tantas leyendas, es donde mejor las reinas pueden protagonizar su magia.