¡Qué incalculable obra de amor es visible en Contramaestre! En las escuelas resplandece el regocijo en armonía con uniformes coloridos.
Las familias, conscientes del desafío y con una economía apretada, no amilanan esfuerzos para asegurar la educación de la continuidad.
Las aulas vuelven a llenarse de pupilos que añoraban el reencuentro, de niños que por primera vez fueron tomados de sus manos para vivir una gran experiencia.
Dos días después de la gran fiesta del saber han transcurridos y Samantha Camila, Liz Gabriela, Samuel Alejandro y José Carlos, exhiben en sus rostros el gozo de la felicidad.
En sus mochilas lápices nuevos, libretas y cuadernos que apuestan por un mejor futuro, mochilas llenas de esperanzas tras sueños por conquistar.
El mobiliario, facilita las actividades del proceso enseñanza- aprendizaje, como parte de las tareas cotidianas del educador, para sembrar semillas y recoger buenos frutos.
Guiados por el amor, el conocimiento y la paciencia, están los alumnos en sus aulas con un deber ineludible: el de estudiar para ser más grande la Isla con alcance universal.
Consagrados con su misión, los profesionales de la Educación cubana, quienes hacen suya la extraordinaria frase martiana “Patria es humanidad”, conscientes de que solo podemos salvarnos si la humanidad se salva.
Carencias y dificultades son evidentes en las escuelas, cuyas limitaciones no impiden cultivar el saber al compás de principios, normas, valores y virtudes para un aprendizaje de equidad y justicia, para que niños, adolescentes y jóvenes no dejen de sonreír tras una enseñanza que aporta sabiduría, instrucción y cultura.