La comunicación con los adolescentes sobre el tema de la sexualidad es recurrente pero no huelga volver sobre él. Sí bien es cierto que se impone hablar con los hijos del tema desde edades tempranas, porque luego puede ser demasiado tarde, los padres han de estar preparados para que esta difícil misión no sea mal entendida por los menores.
Según un trabajo publicado por el rotativo Granma, en torno al tema nace una gran pregunta que no resulta para nada gratis: ¿Cuánto hay de cierto en el miedo de madres y padres de que hablar tempranamente de sexualidad con hijas e hijos influya en su más temprano inicio en el sexo?
En el contexto de las Jornadas Hablemos de Sexualidad: aprender para la vida, que promueve el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), bajo el lema Crecer con amor –desde el 11 de julio (Día Mundial de Población) hasta el 28 de septiembre (Día Internacional del acceso a la información)–, Granma conversó con Roxanne Castellanos Cabrera, doctora en Ciencias Sicológicas y profesora titular de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana.
La también sicóloga clínica de niños, niñas y adolescentes, y fundadora del proyecto Crianza Respetuosa, fue categórica al responder la pregunta inicial: ¨Por el contrario, no dar educación sexual deja a la deriva a los hijos, sin preparación alguna para algo que es parte de la vida misma, de su cuerpo, de sus relaciones humanas, aseveró Granma¨.
Para tratar estos temas en el momento apropiado es preciso mucha observación por parte de los padres para elegir cuándo en correspondencia con la madurez y la curiosidad natural de cada infante; y se sugiere siempre comenzar en la etapa pre-escolar.
Castellanos Cabrera sugiere: ¨Por ejemplo, a partir de los tres años aparece un deseo de autonomía que se debe aprovechar productivamente para enseñar al niño a valerse por sí mismo. Al igual que aprenden a comer, a vestirse, a peinarse…, también van incursionando en la higiene y el cuidado del cuerpo.¨
Al mismo tiempo a esta edad empiezan a descubrir su anatomía corporal externa y a notar las diferencias biológicas entre lo femenino y lo masculino; todo esto forma parte de una educación sexual incipiente. También durante la temprana infancia los pequeños, sugiere la especialista, comienzan a hacer preguntas sobre el origen y el hecho de parecerse a mamá o a papá.
Considera la especialista que ¨sobre los cinco años, los niños y las niñas deben recibir preparación para que puedan identificar toda forma de maltrato, en especial el abuso sexual infantil, y estar protegidos frente a esas lamentables, pero no poco frecuentes situaciones. También es buena edad para comenzar a hablar de las relaciones de equidad entre niños y niñas, que todos tienen los mismos derechos y que no pueden ser discriminados por ninguna razón¨.
¨Al escolarizarse, los niños y las niñas han evolucionado mentalmente, y de manera progresiva serán cada vez más capaces de comprender contenidos con mayor complejidad. Comienza entonces un proceso de instrucción, científicamente adaptado a la periodización del desarrollo, en el que también la educación sexual tendrá su propio lugar¨.
¨Hay que saber también que viven en sociedad, y pueden ser otros infantes los que les hablen de temas relacionados con la sexualidad; por lo que, si no han recibido nociones de educación sexual, serán víctimas de cualquier información inadecuada, y hasta de determinadas influencias sobre sus conductas.¨
En definitiva, el medio ejercerá cierta influencia inevitablemente, pero entre mejor informados estén los riesgos de influencia negativa serán menores. Y tanto la familia como la escuela desempeñan un importante papel en la oportuna y correcta orientación sobre el tema en cuestión.
Sobre ambos polos, la Doctora explica que, si bien la familia es el primer lugar en el cual cada niño recibe sus enseñanzas iniciales, los padres eligen qué enseñan y en qué medida, según sus propios referentes y experiencias personales.
¨A las familias se les hace más difícil brindar las nociones básicas de educación sexual desde temprana edad, y luego, en la medida en que van creciendo, suele ser un tema tabú. Esto indica la propia necesidad de preparación de las familias para verlo como algo natural, y transmitirlo del mismo modo¨.
¨La escuela es el segundo agente de socialización y es una institución a través de la cual el Estado cumple su función de velar por la protección de niños, niñas y adolescentes. Todos los sistemas educacionales instruyen sobre los aspectos del conocimiento científico, dentro de lo cual está también la educación sexual¨.
¨La familia y la escuela deben estar de acuerdo con la importancia de la educación sexual, y debe existir un respeto mutuo al encargo social de cada una de las partes. Deben escucharse y hablar de las preocupaciones que les asisten en esta materia¨.
La escuela –considera– no debe imponerse, sino intercambiar con los padres ante cualquier discrepancia que pudiera darse, «toda vez que se conoce que la educación sexual es de las más complejas tareas en el rol de enseñar, y son los responsables parentales, en primera instancia, los encargados de todos sus cuidados y educación.
¨Si ocurriera que, por ejemplo, la familia se afilia a una interpretación del mundo que no se corresponde con la explicación de la escuela, lo más inteligente es que los niños sepan qué tan diverso es el mundo, las explicaciones que los seres humanos construimos sobre su conocimiento y que, incluso en el campo de la ciencia, hay explicaciones diferentes para un mismo fenómeno¨.
¨Esto permitirá que de un modo flexible, niños y adolescentes vayan integrando diferentes aproximaciones a los temas que se traten, hasta que por ellos mismos escojan las teorías y explicaciones que más los convenzan¨.
Sin embargo, Castellanos cree que poco a poco se experimentan avances: ¨En la medida en que muchas familias comienzan a entender que los niños no son realmente tan frágiles, y que si los educamos en esta materia, como en otras, los preparamos para la vida y los hacemos más fuertes, se van viendo cambios en la resistencia a abordar la educación sexual; y en correspondencia con ello, hay más niños y niñas instruidos en este sentido¨.
Confiar en que, con una relación de conexión y confianza entre padres e hijos, no habrá temas de los que no pueda hablarse. Satisfacer las curiosidades de los niños y hablarles naturalmente de este asunto como de cualquier otro, hará que acudan a ellos cuando les haga falta, y así poder aconsejarlos, y no que resuelvan por sí mismos, sin el adecuado acompañamiento familiar.
(Con información de Granma)