La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece. Hoy la Tierra solloza en secreto por los maltratos silenciosos. Madre natura exhibe su tristeza al ver árboles talados, mares contaminados, surcos convertidos en desiertos, especies muriendo, riquezas aniquiladas.
Restaurar las tierras, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia frente a la sequía, es el llamado a la generación del presente y en defensa de la supervivencia humana, para sustentar a todos los hombres que cría.
La biodiversidad aclama de su gente para salvar el planeta nuestro en peligro, para detener el cambio climático, para asegurar alimentos, los recursos hídricos y el bienestar económico de millones de personas.
¡Cuánta hermosura en el orbe! Sin embargo la Tierra gime, llama a la conciencia, convoca a sus hijos a unirse para responder a desafíos ambientales sin precedentes, para cambiarle el rostro al universo.
No es una tarea imposible. Todos podemos ayudar a acabar con la degradación, para embellecer los paisajes dañados, borrar lo urgente y lo necesario.
No retroceder en el tiempo, hacer crecer los bosques, revitalizar las fuentes de agua y restaurar los suelos, deben ser soluciones inmediatas. Somos la generación que puede hacer la paz con la Tierra, que podemos hacer el cambio para cuidar y proteger la creación, el planeta de todos.
Cuando se preserve la Tierra y no se le quite al mundo la respiración, el brillo de la luna se reflejará en el agua del río, las aves regresarán a sus nidos con su lindo trinar, se escuchará la canción del viento y los alimentos crecerán agradeciendo a la vida, para que brote nuevamente las esperanzas en los corazones en defensa del planeta nuestro.
