Los cuentos, las fábulas y las historias de aventuras, han sido para Adriana Rodríguez García, niña de 7 años, del municipio de Contramaestre, los primeros amigos en el mundo infinito de la lectura.
Esta pasión por la literatura infantil, transmitida por sus padres desde muy pequeña y sin saber leer, le aportó herramientas que facilitaron el desarrollo de la imaginación, expresar emociones y sentimientos, de forma significativa.
La incorporación del libro a la vida cotidiana de la niña como expresión familiar y de aprendizaje, con clásicos como Caperucita, Los tres cerditos, El patito feo, Pinocho, El Principito El libro de la selva y La isla del tesoro, se resguardan en la estantería de su casa para aprender valores, escritos e ilustrados en sus páginas.
Instruidas en esos convencionales de las letras universales para niños, Adriana Rodríguez conoce de la verdadera esencia de la amistad, sabe comprender e interactuar en el contexto en el que vive, al tiempo que gana en conocimientos, recreación e información.
Con rienda sueltas a la imaginación, lo que hace un mundo interior poderoso, donde pueden encontrar un lugar seguro y de tranquilidad pese a circunstancias externas, esta pequeña refiere descubrir en la literatura infantil su refugio apacible.
“Me siento feliz cuando leo. Los libros me enseñan a ser fuerte, a ser inteligente, a pensar más, a estudiar, a expresarme mejor. A dondequiera que vaya me acompaña la lectura. Agradezco a mis padres por tan bonita formación, nos dice Adriana.
Atrapada por esa magia que encierran los libros dedicados al segmento infantil, cuyas letras engrandecen, instruyen y hacen volar la imaginación con sentidas emociones en sus primeros pasos en la andadura por la vida, Adriana Rodríguez García expresa su felicidad porque sabe cuando lee, le crecen alas a su mente para bailar con la música de la palabra en una melodía de esperanza.