Se aprieta el alma cubana por la pérdida de unos de sus mejores hijos, el primer intelectual que enseñó a los cubanos a pensar en el patriotismo, que señaló el camino de la independencia. Félix Varela y Morales es de esos mortales de actitud piadosa y humanista, que supo desde el exilio con su labor patriótica incesante, ganarse el respeto y la admiración de todo cubano amante de su Isla.
¿De dónde sacó este hombre toda nobleza, esa energía, ese heroísmo que le hace enfrentarse a España desde las cuchilladas, refugiado en otras tierras?
Varela tomó los hábitos en 1806 y se ordenó sacerdote un lustro después; llegó más lejos que ninguno en la Reforma de la Enseñanza; dominaba el latín a la perfección, pero decidió escribir e impartir sus clases en Español. Fue el primero que inició los estudios de Física experimental con instrumentos, en suelo cubano.
El Padre Varela fue el primero que proclamó que “la necesidad de instruir a un pueblo es como la de darle de comer, que no admite más demora”. Es este ilustre cubano, quien elaboró un proyecto para que se reconociera la independencia de Hispanoamérica; escribió también una memoria contra la esclavitud. Pero el absolutismo sobre toda idea liberal se cierne en España y lo condenan a muerte.
Llega a los Estados Unidos en 1823 y nunca más regresa a Cuba, hasta después de su muerte. Allí, no sé detiene.
En Norteamérica realiza una labor política sin precedentes y publica el primer periódico revolucionario: El Habanero, el instrumento educativo para promover el sentimiento patriótico en la juventud criolla.
Varela, vivió el eterno drama de los precursores, que son los que develan las causas, alientan las ideas, desbrozan el camino, pero la vida no les alcanza para materializar el sentido de su existencia.
Cuántas veces ardió el Padre Varela, cubanísimo, sólo, como una vela en la oscuridad aquel que siempre fue luz, aquel hombre delgado con sus pequeños espejuelos, que creyó siempre en su Patria.