De estirpe mambisa y corazón aguerrido es esta mujer de sangre bien criolla, una camagüeyana que no tuvo otra ilusión en su vida que saberse libre junto a los suyos. A Ana Betancourt le pertenece el mérito de ser la cubana, la primera entre todas en alzar su voz por la emancipación de la mujer, la primera en no tener miedo al presidio, ni mucho menos a la muerte.
Es esta mujer, culta y virtuosa, quien se hizo dueña de la manigua para desterrar de las entrañas de Cuba, su Patria, al esclavista opresor, sembrando valores a su paso por la vida.
Su ejemplo de luchadora, trasciende en la rebeldía mambisa que hizo encarnación en la hija de la Patria, que no pudo retornar a Cuba a la hora de su muerte, pero sí calar en la memoria de quienes nunca la distanciaron.
Es Ana Betancourt, la voz más alta de las féminas cubanas para exigir derechos, respeto y sentimientos de amor hacia la mujer ignorada por el yugo de la colonia española.
El fuego de la libertad atesora la valentía inclaudicable de esta emancipadora que desató alas para destruir la esclavitud camino a un futuro de bien.
Adelantada a su tiempo Ana Betancourt, es inspiración de su natal Camagüey y su Cuba, donde poetas y narradores recuerdan a esta excepcional mujer que en los altares de la Patria se sitúa como la primera, cuyo aroma de la independencia, les trajo sonrisas y colores al universo femenino de la nación que agradece los ideales y el verbo de la distinguida dama.

