Te marchaste a Bolivia sin temor a la muerte, Olo. Con traje de campaña desafiante la selva inhóspita con el mejor de los guerreros: Ché Comandante amigo.
Desde la Sierra descendieron juntos para clarear caminos como hombres puros. No hubo descanso trás un propósito que marcaba el destino. Desde el Ondon americano te despediste junto a tu más fiel compañero.
Tu nombre en todas partes despierta administración en esa mescolanza de razas vestidas de gente llana y común para quienes no pasas desapercibido.
Partiste a la eternidad para vivir en el corazón de tu pueblo que conoce de tu participación en la lucha de Liberación nacional en Cuba, de tu ímpetu boliviano para salvar del enemigo esa nación.
Quienes te aniquilaron no pudieron apagar tu humildad, tu decoro, tu sed de justicia; no pudieron borrar la impronta de saber que eres y serás Héroe de la Patria.
Tu gran cuerpo de metal emerge en tu vida guerrillera, se disemina como diáspora en la América que conoce de tu nombre, de tu luz, de tu estatura.
Como un hombre intrépido marchaste con esa hidalguía que habla de tu poderoso pecho de fusil, de tu estirpe revolucionaria, de camarada tierno, cuya semilla germinada en Maffo, hoy trasciende con tristeza y alegría al saber que existen hombres de talla universal.
Te vemos cada día Orlando Pantoja, te sabemos de memoria. Tu Contramaestre no olvida tu ejemplo de soldado temeroso del imperio, de tu uniforme descolorido y agujereado en tierras lejanas, que aún estando muerto, vive en la cima de tu Cuba que te glorifica. Hasta siempre Olo.
