A ellos no le distinguen uniformes, pero su singularidad se hace notar con orgullo no disimulado. Sobre los hombros de esos trabajadores se pondera la defensa del país y la garantía de la tranquilidad ciudadana, tareas que asumen con responsabilidad consciente de manera directa y tamaño empeño.
Desde sus trincheras, defienden la Patria, sin importar días, horarios, ni obligaciones de familias; se preocupan porque su trabajo se haga bien, por respaldar misiones en interés de la preparación y disposición combativa.
Estos hombres y mujeres cada mañana se levantan con la certeza de contribuir a la modernización de la técnica y el armamento en ayuda a la reparación de un tanque, de instruir el relevo que se forma en un centro de enseñanza militar, de producir oxígeno para uso medicinal y cooperar en su distribución, de ser médicos, enfermeras y enfermeros, productores agrícolas.
Porque estos trabajadores Civiles de la Defensa con profesión y oficios distintivos de las FAR y el MININT, no defraudan a su gremio para seguir proa al futuro, para aportar con creces en sendos ministerios.
Sumando saberes para ser mejores seres humanos, con los sabores y sinsabores que entraña la existencia misma, estos afiliados, aunque no visten el verde olivo, agradecen a su sindicato gran parte de sus vidas, convencidos de que sólo la jubilación o la muerte podrá romper el vínculo de abrazo.
Satisfechos del arraigo, la incondicionalidad, el rigor y la organización, estos corazones dispuestos celebran con dignidad, el sentimiento de sentirse combatientes, aun cuando no les toque vestir el uniforme, pues salvar la Patria en su integridad es compromiso perpetuo que caracteriza al Sindicato que agrupa a los cubanos Civiles de la Defensa.
