Eran jóvenes prestos a asaltar el porvenir, a escribir con sangre la historia, esa que hoy la reverencia y acoge en el espacio sagrado de los héroes. Eran buenos hijos, quienes hace 70 años con corajes de acero en sus pechos, decidieron inmortalizar una noche para traer la aurora, para renovar los cimientos de una Cuba urgida de transformación. Era el Moncada la Revolución misma.
Era una generación diferente que leyó las doctrinas del Maestro para cargar sobre su lozanía los fusiles para soltar amarras, revertir ultrajes y bendecir con el beso de la libertad la frente de la Patria marchita.
¡Como no entender el arranque de aquellos corazones que treparon lomeríos de la Sierra para cabalgar sin miedo hasta el enero victorioso!
Eran guerreros con aires de renovadas mejorías y con justificadas razones para hacer más sublime de la mañana de la Santa Ana, inscrita en la memoria de la nación.
Aquel 26 de julio, lamentablemente no devino en triunfo de las armas, pero sí en una victoria moral que arropó la dignidad de Cuba para avivar la llama que encendió la verdadera y definitiva independencia.
¡Como no defender el Moncada! ¡Como no agradecer su legado! Gracias a ese inigualable 26 de julio, se inscriben décimas y canciones de lealtad a la historia; el campesino produce y cosecha, y el joven avanza con proyectos de renovación.
Gracias al Día de la Rebeldía Nacional, la visión del pionero que mira con orgullo se ensancha cada vez más, el constructor edifica escuelas, hospitales, fábricas; el artista sigue cautivado en su creación, mientras que el educador se afianza por evitar que mueran las raíces históricas e identitarias.
A la distancia de 70 años, Santiago de Cuba renace su Moncada. Sus hombres y mujeres frente a los nuevos tiempos agradecen la gloria de aquel asalto estremecedor que hoy florece en amaneceres tras la continuidad, la independencia y la soberanía, con una esencia de valores auténticos de un pueblo en Revolución.
