Fidel estaba en lo cierto. Los niños siempre conquistan el corazón, atrapan el alma. Su sonrisa, su lenguaje sincero y su mirada alegre, es el regalo más hermoso de la infancia en nuestro país.
Conquistando el corazón de su pueblo, amanecen felices niños y niñas de Cuba, cuyas vidas llenas de imaginación, sueños, agudezas y matices, se alejan del universo de menores vulnerables a la explotación e historias de abuso.
Porque la niñez en Cuba tiene privilegios que la distinguen. Educación de calidad, gratuita y obligatoria es una bondad inmensa que celebramos hoy y siempre.
Mientras en otras latitudes del mundo, las vidas de los infantes transcurren sin una tierna sonrisa, donde el amor y el cariño reclaman de prioridad.
En Cuba, la infancia abraza el sol cada mañana con poesías, canciones, bailes, trabalenguas, voces y ritmos que colorean la magia de los que saben querer, de quienes son la esperanza del mundo.
Sin embargo, en otras tierras distantes, el regalo de los pequeños es la oscuridad bien alejada de la luz que apaga la felicidad y fantasías. Trabajo duro, cero instrucción, escasa atención médica y desnutrición, es la realidad que se respira.
Tras un futuro mejor para la humanidad, los niños de la nación combinan energías, iniciativas con derechos a la salud, la alimentación, familia, cultura, leyes, demostrando que Cuba es un país donde nada hay más importante que un niño.
Demostrando también que Cuba es un país donde los amigos sinceros no tienen la mirada triste y temerosa de otros, sino una mirada clara y alegre como el canto del sinsonte.