El mundo cobra fuerzas cuando nacen los héroes, cuando surgen hombres en la historia de la estirpe de Carlos Manuel de Céspedes, aquel que en octubre de 1868 echó sobre sus hombros el inicio de las guerras por la Independencia de Cuba.
Abril no sólo evoca la primavera con un sol radiante en su Bayamo natal, abril rememora su legado, su vocación, su grandeza con energía incomparable. Nace el lucero insurgente que inunda con su luz los campos de esta tierra para convertirse en sagrado símbolo al transformar el destino de la nación.
Aun en el ingenio La Demajagua trasciende el repique de sus campanas, porque se venera el combatiente sereno y animoso, el hombre de fina sensibilidad, el intelectual, el poeta, el Padre de todos los cubanos.
Céspedes, te convertiste en el Padre de la Patria, no porque fuiste el primero en abrir tus brazos a la libertad, sino porque alumbraste a un pueblo que necesitaba de tus ideas, de tu patriotismo en defensa de los oprimidos.
Iniciador del combate anticolonial; abogado bayamés que sacrificó bienes por la independencia; impulsor de medidas trascendentales. Su recia personalidad revolucionaria marcó un hito dentro del sector de los terratenientes de la época.
Hoy tu Cuba te venera por siempre, y en particular abril, mes de flores, poemarios y canciones para un hombre que trasciende en la huella, en la historia de la Patria, porque Carlos Manuel de Céspedes es un héroe de rebeldía y legitimidad.
