Te marchaste a Bolivia sin temor a la muerte y con tu estrella reluciente en tu boina de guerrillero; con traje de campaña desafiante la selva inhóspita junto con semejantes guerreros que acompañaron al Quijote del siglo XX.
“Ché Comandante, amigo”, viniste al mundo para clarear caminos como hombres puros. Nunca tuviste descanso tras un propósito que marcaba el destino. Desde el hondón americano te despediste por la maldad asesina de truncar tus ideales humanistas, de bien común.
Tu nombre en todas partes despierta admiración en esa mezcolanza de razas vestidas de gente llana y común, para quienes no pasas desapercibido, venerándote como un inmortal de gloria infinita.
Partiste a la eternidad para vivir en el corazón de tu América que conoce del liderazgo del hombre argentino que amó a Cuba hasta sus entrañas y partió a Bolivia para repartir justicia y esperanza.
El Ché, más vivo que nunca
Quienes te aniquilaron no pudieron apagar tu humildad, tu decoro, tu sed libertaria; no pudieron borrar la impronta de saberse que eres Héroe de una Latinoamérica que aún llora tu ausencia.
Tu gran cuerpo de metal emerge en tu vida de legendario guerrillero, se disemina como diáspora en el continente americano que conoce de tu luz, de tu estatura.
Como un soldado intrépido marchaste con esa hidalguía que habla de tu poderoso pecho de fusil, de tu estirpe revolucionaria, de camarada tierno, cuya fértil semilla germina con respeto y alegría al saber que existen hombres inolvidables que nunca claudicaron.
Te sabemos de memoria Ernesto Guevara. Cuba no olvida tu legado de patriota temeroso del imperio, de tu uniforme agujereado en tierras lejanas, que aún estando muerto vive en la cima de una nación, que pese a la dureza de estos tiempos, inspira, convoca e impulsa. Hasta siempre “Ché Comandante, amigo”.
Te marchaste Ché, a Bolivia sin temor a la muerte y con tu estrella reluciente en tu boina de guerrillero; con traje de campaña desafiante la selva inhóspita junto con semejantes guerreros que acompañaron al Quijote del siglo XX.
“Ché Comandante, amigo”, viniste al mundo para clarear caminos como hombres puros. Nunca tuviste descanso tras un propósito que marcaba el destino. Desde el hondón americano te despediste por la maldad asesina de truncar tus ideales humanistas, de bien común.
Tu nombre en todas partes despierta admiración en esa mezcolanza de razas vestidas de gente llana y común, para quienes no pasas desapercibido, venerándote como un inmortal de gloria infinita.